La aparición de tecnologías geomáticas como los sistemas GNSS, los SIG, los sensores remotos unidas a Internet ha favorecido que se difunda el uso de servicios de datos espaciales sobre dispositivos electrónicos fijos y móviles. El principal uso de este tipo de estos mapas-instrumento, con los callejeros y los mapas de carreteras a la cabeza, es el de asistir al usuario con un instrumento de geolocalización y navegación.
La finalidad más popular de los mapas en la sociedad vuelve a ser la instrumental, ligada a tareas eminentemente prácticas y cotidianas. En el lado opuesto el mapa-imagen, como un modelo de representación del mundo está en crisis.
Las ortofografía incluida en aplicaciones de mapas en Internet ha desembocado en una literal ausencia de terras ignotas. Ante esta situación afirmar que el mapa ha muerto y que ha agotado su recorrido cómo modelo de análisis de la realidad dejando sólo viable el camino de la cibercartografía donde el mapa instrumento es el rey. Al mapa imagen le parece reservado un papel de honor como pieza de museo.
Unido a este aparente agotamiento del objeto cartográfico, los mapas imagen están sometidos a la vorágine de las fuerzas que construyen la paradoja de los mapas invisibles que parecen reservar al mapa imagen un rol de canal de comunicación convirtiéndolo en una pieza de diseño.
En este contexto, a caballo entre el museo y los medios de comunicación, la cuestión que vamos a plantear , y desarrollar en próximas nota, es si el mapa imagen
¿ha agotado su capacidad de ser un medio de interpretar la forma en que se configura el territorio?