A medidos de la década de los 80 el impulso de la geomática fue explicado por la teoría de las 3 S. La cual explicaba el avance en materia cartográfica debido a la disponibilidad por parte de la sociedad de las siguientes tecnologías: SPG o GPS “Sistema de posicionamiento global”, SPR “Sistemas de percepción remota” o asimilación de datos por plataformas o sensores remotos como aviones o satélite, y a los SIG “Sistemas de Información Geográfica”. Sin embargo la aparición de estos medios de producción cartográfica no justificó por si misma, la tremenda evolución que ha experimentado la cartografía en el entorno 2.0 ni el incesante consumo de datos espaciales por parte de la sociedad.
Desde la neogeografía se propuso un esquema, que representa en forma de triangulo, una explicación de este fenómeno. A los medios de producción se les sumo la disponibilidad de datos y la necesidad social de ubicar y explicar esas localizaciones en un contexto de abundancia de datos. En este contexto los temas de licencias de datos y de su reutilización cobran un lógico protagonismo. Este requerimiento balanceó la atención de la geomática hacia el desarrollo tecnológico de nuevos medios y modos de consumo y visualización de los datos espaciales en detrimento de los medios de producción.
Una de las consecuencias de este desarrollo tecnológico la podemos ver en el frecuente anuncio de nuevas aplicaciones y formatos de ficheros para el gran público. Todas ellas comparte un denominador común: tienen por protagonista a los datos espaciales. Estas aplicaciones convierten a la cartografía en un objeto de consumo y ofrecen información geolocalizada centrada en los inmediato y cotidiano. Algunos ejemplos son las aplicaciones que nos informan de las farmacias de guardia y cómo llegar a ellas, o del tiempo que falta para que llegue el próximo autobús, o de los precios del combustible cada gasolinera, o de las ofertas de tiendas próximas, o las aplicaciones de realidad aumentada. Estos desarrollos son un rápido repaso que nos desvela un nuevo paradigma de la cartografía comercial en el que el usuario es el rey.
Las preferencias de este consumo cartográfico cotidiano están claras. Así lo indican las tendencias observadas en los últimos años: queremos datos espaciales actualizados, servidos en cualquier dispositivo y en tiempo real. La duda es si este reto es posible alcanzarlo sin que se produzca una pareja implantación e inversión en medios e infraestructuras, que automaticen en la medida de lo posible, la producción de datos espaciales.
Cualquier desarrollo, aplicación, modelo de negocio, u organización que se plantee el uso del la información cartográfica debe garantizar el flujo constante de información y eso implica resolver la vieja cuestión de quién y cómo da de comer al león. Lo que esta en juego es la sostenibilidad de su sistema de información geográfica, o de su infraestructura de datos espaciales, el mantenimiento de su ventaja competitiva o simplemente conseguir un ROI aceptable.